LA VIDA A SORBOS ...
Me senté a la vera de la ruta,
las luciérnagas iluminaban la noche oscura,
sin lunas, sin nombres, desnuda,
cómo quién ya no espera nada de nadie,
cómo quién sólo confía en sí misma,
construí una balsa, para que atravesara
largas distancias de ruina, mares contaminados
de dolor, de irá, de orgullo,
hasta llegar exhausta, gastando los talones
sobre tierra árida y desértica,
sobre una experiencia transitada en vida.
Atravesé océanos inmensos,
desiertos desolados de sueños,
ruinas antiguas roidas de antigüedad,
nada quedaba de mi ni en mi,
y tomé a sorbos las últimas gotas de
aliento.
Caminé erguida contemplando el horizonte,
las golondrinas volaban con sus alas rotas,
comprendí que cada uno construye su lienzo,
con el alma a cuestas, a pesar de las heridas.
Comprendí que depende de uno,
la realidad que miras,
como una perspectiva ilusionada
de raciocinio, de conciencia madura,
perdí los escenarios
que me sujetaban a las ramas pasadas.
Y se rompieron, como cristales fragmentados,
los grilletes simbólicos, cerraduras de la mente.
Vi abrirse ante mi varias puertas ,
y sobre los hombros de los árboles, ya secos,
por las recidivas de dolor,
vi florecer violetas, y lirios,
girasoles con sus rostros felices al Norte,
donde el sol irradia cariño con su luz.
Entonces bebí el último sorbo de vida,
que habitaba en mi...
Y respiré profundamente...
supe que revivia al fin.
Romina Sasselli.