UNA GITANA, UNA VERDAD


No te acerques a una gitana! Decían por allí unos niños que pasaban corriendo en la plaza. 
Uno se acerca a otro y le dice: no la mires, una verdad esconde en su mirada. Una mirada acerca de la vida que a veces no será placentero escuchar. 

Siempre pensé en ese miedo infundado a los niños sobre las gitanas. Tuve la sensación de un frío atravesando mi piel. A la izquierda del banco en el que yo estaba sentada, llegaba cojeando una gitana. Su rostro iluminado apenas por el sol, no me permitía verlo bien. Ella propinó: bonita ven para aquí! Tengo algo que decirte. 

Pensé: no se si quiero escucharla. Tengo tantas cosas guardadas que no quiero contar. Y si ella le atina, y por coincidencia toca mi fibra más íntima, aquello que no me deja respirar, me quita el aliento, desnuda mi angustia ahora tapada por los arapos sucios de cada día. 

Cuánto podrá saber. Escucho "toma mi mano, dame la tuya, quieres que lea lo que vendrá" 
Mi palma tiene las marcas, las cicatrices de un pasado que difícilmente regresará" todo está en la memoria de mis manos, en las huellas que deja cada arruga sobre mi piel. 

Y si la gitana lee las hendiduras y encuentra una señal, un vestigio, de lo que podría llegar a ser mortal. Pues entonces, el temor que esos niños expresaron podría llegar a ser real. 

Por otro lado, desisto de creer en su poder de bruja y hundo mi mano en la suya. Siento que puedo escuchar una verdad, aquella que yo puedo ver en su mirar. Me resisto a creer en su magia, pero a la vez me entrego, porque quizás alguna palabra pueda salvarme. Una palabra que me salga de su boca, y llene mi alma. 

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