Y volé,  me aleje despacio hacia la arena,  el mar arropo mi cuerpo,  jugué a ser yo,  honesta, sin disfraces que me oculten,  para que mi ser pueda desplegar  la ternura que me habita. Me despoje de todo, para que  un mar me abrace  con su brisa,  y las olas resuciten refurgitantes entre la maleza que asoma,  las alegrías de un amanecer. Y volé  me aleje lejana y distante,  indiferente, insignificante,  a todo lo que me hacía daño, supe que no era remedio para mi alma,  estar acompañada por lo que nunca fue  presencia, ausente me encontré mirar el mar de  frente,  Y me llene de su aire, me llene de su brisa,  Para que el alma se renueve  con el suave transcurrir de una caricia.  Romina Sasselli. 

 Vuela, ve dónde el sol asoma, allí donde el horizonte despierta los sueños del universo. ¿Que haces aquí detenido en el tiempo?, el reloj marca los minutos, en aquella tabla de madera pulida por mis huesos. El tiempo corre y estás aqui sostenido por mi mundo, apenas una pequeña historia en este gran lienzo, que es la pintura de la vida.  Vuela, ve a ver las maravilla que esconde la naturaleza de dónde vienes. La que te dió origen, la que te dió la libertad. abre tus alas, y permanece en vuelo, aquí quedará grabada tu esencia.  Deja que crezca tu alma cuando el sol renazca cada mañana. yo aqui estaré observando  un brillo nuevo que impulse tu vuelo.  Vuela, ve! Vuela alto! No detengas tu vuelo. Haz que tus sueños sean eternos. Que todo lo hecho hecho está. Siente alivio. 

No te acerques a una gitana! Decían por allí unos niños que pasaban corriendo en la plaza.  Uno se acerca a otro y le dice: no la mires, una verdad esconde en su mirada. Una mirada acerca de la vida que a veces no será placentero escuchar.  Siempre pensé en ese miedo infundado a los niños sobre las gitanas. Tuve la sensación de un frío atravesando mi piel. A la izquierda del banco en el que yo estaba sentada, llegaba cojeando una gitana. Su rostro iluminado apenas por el sol, no me permitía verlo bien. Ella propinó: bonita ven para aquí! Tengo algo que decirte.  Pensé: no se si quiero escucharla. Tengo tantas cosas guardadas que no quiero contar. Y si ella le atina, y por coincidencia toca mi fibra más íntima, aquello que no me deja respirar, me quita el aliento, desnuda mi angustia ahora tapada por los arapos sucios de cada día.  Cuánto podrá saber. Escucho "toma mi mano, dame la tuya, quieres que lea lo que vendrá"  Mi palma tiene las marcas, las cicatrices de...

 La lluvia  se escabulle rápido y perspicaz, por las aberturas de un suelo árido,  las luces intermitentes por las luciérnagas de la noche,  vienen y van sin esperar más que el recolectar la energía de los faroles. Mi caminar es lento, mi respiración también,  los pulmones se llenan de aire nuevo,  un año más dice la mente,  el corazón se agiganta, se contrae  y vuelve al palpitar.  Algo simple y basto  fue un sostén de cada día, suelo árido por el que el agua  se escabulle,  suelo firme, resistente,  no sé achica ante el paso del tiempo,  Sigue así adelante,  cómo el viento que baja de la altura da un remolino y vuelve a levantar.

Una luz se enciende, una única luz   en el medio del campo, en mi voz algo se resquebraja,  cómo un vidrio roto,  astillado a la mitad, rio turbio,  brebaje que embriaga mis sentidos,  dosis de delirio, relámpago que cae perpendicular, y se parte como un tronco añejo  distendido en el camino, Una luz se enciende en mi memoria.  

 Tus ojos lejanos,  como un faro a la distancia, son destellos de luz perdidos  en el inmenso firmamento, cómo estrellas apagadas, por el veloz tiempo de la vejez.  Tus manos frías y agrietadas son surcos, hendiduras solitarias en el terreno discontinuo de la memoria que intenta perecer.  Cuántos años! Cuántas calles viejas transitadas en el ayer!  Voces apagadas por el olvido, caminos borrados del universo,  hoy se desdibujan y tienden a desaparecer.  Cuentan los relojes los minutos de un mundo que ya no existe, Es en vano tanta vanidad,  ser lo que nunca fue.  Tu voz quebrada y ronca marca el paso del tiempo,  giran los astros en el lejano cielo,  un ave en soledad abate sus alas,  se siente incrédulo frente a la vida.  Romina Sasselli. 

 Sostengo en mis manos  una palabra,  los minutos del reloj cuentan las horas,  las hojas de otoño decoran los sueños,  cautivan los oídos acompañando el  cantar del atardecer.  Se abre el sendero,  el alma relata una historia,    la luz se expande,  y florecen los sueños. Se alumbra el día como un libro abierto,  sus alas doradas cuál mariposa flotando al aire,  encuentran solemnidad. 

 https://youtu.be/4xinNEfj0kw  Autor: Romina Sasselli Voz de Viktor Producciones.